Los versos a veces le servían para medir el tiempo. Llego en cinco poemas, se decía a sí misma cuando iba para la casa de su mejor amiga. Y es que, en el camino, repetía cinco veces una de las tantas composiciones que se sabía de memoria. O, al supermercado voy en seis poesías, cronometraba con precisión. Cuando tenía que esperar en una clínica o en un banco, en su diálogo interior mascullaba: ¡bárbaridad, esto me llevó siente Sonatinas! Sobre todo, eran los versos de Rubén Darío los que más le servían.
Delia y los versos
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