Todos los habitantes de esta casa estamos saludables, contentos, al menos por hoy. Primero lo proclamó un pecho amarillo con su estridente silbido, después fue la paloma que salió volando apresurada cuando abrí la puerta de la sala, luego lo constaté yo misma.
Es cierto que nos perseguimos unos a otros y hasta nos deseamos lo peor en ocasiones pero, aún así hay risas, lecturas, comidas, carreras y encantos.
La tortuga Pancracia está viejita, ciega de un ojo y un poco flaca. Anoche creíamos que había muerto porque no se movía pero, lejos de eso, muy tempranito la vi sacar su cabeza del agua, comió pequeñas rebanadas de papaya y, ante los primeros rayos de sol, salió de su estanque a disfrutar del calorcito que ella bien conoce y merodear por el patio. Ojalá el sol la acompañe un rato largo.
Tampoco murió el ratón Josecito. Este habitante silencioso se dio a conocer apenas hace 3 o 4 días, lo que hace que sus próximos amaneceres estén contados. Apenas apareció se convirtió en tema de conversación e identificación de tácticas y estrategias. Es pequeño, veloz, inteligente y audaz, puede que sea un joven púber o adolescente sin familia que, como todo ratón, duerme mucho no sabemos dónde.
Ayer compramos una trampa para matarlo, así de radical es la situación. Costó encontrarla y, finalmente, en el Centro Agrícola de Coronado nos vendieron una de plástico, modelo 2021 será, me dije en mi cabeza porque recordaba solamente las de madera. La chica que nos atendió explicaba cómo accionarla, pero sólo Luis atendía, yo me dispersaba, miraba para otro lado, oía sin hacer preguntas, me pareció una conversación que claramente no era para mí. Sin embargo, no me voy a hacer la niñota y dar un problema a Luis que asume la enorme tarea de matar a un ratoncito. Pusimos la trampa, ayudé a colocar un pedacito de queso en el lugar indicado. No quiero pensar en ello. Lo he visto dos veces. No digo nada. Luis lo persigue. El ratoncito se enconde demasiado bien en la cocina. ¡Envidio su actitud de sobreviviente!
De modo que me acosté pensando que hoy tendríamos que enterrar a Pancracia y a Josecito pero no, la tortuga en este momento disfruta su paseo por el patio y el ratón comió el rico queso de la trampa y escapó sin rasguños. Probablemente por eso siento gran tranquilidad, ganas de gritar: ¡hoy todos estamos bien en esta casa!