La niña de mirada curiosa recibió un perrito de batería que le mandó su tía-abuela Car. Al ser accionado, el perrito volteretea en el suelo, rodando varias veces en 360 grados mientras mueve su cola y dibuja vórtices inaprensibles en el espacio que va ocupando. A la niña todavía le asusta, no sabe que es la representación de un travieso terrier contento de vivir. Podría también ser la reencarnación del espíritu de Flush, aunque éste haya sido un spnail de orejas colgantes, jugando en los alrededores de la
casita de campo donde vivía en Londres, con su querida ama miss Mitford, allá por mil ochocientos y tantos, en el cuento de Virginia Woolf. (España, Salvat, 1971).
La niña, el héroe y el perrito
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