Noche de insomnio a fin de año

El viento azota la casa donde vivo y su silbar se impone en mi silencio.  Le entrego mi miedo a lo que pueda destrozar en sus andanzas y bendigo las cobijas debajo de las cuales cesan mis afanes.  La cama es altar donde convergen mis liviandades de vieja y donde como oveja llevada al matadero, siento el calor del universo conocido y distante.   Me meto en el abrazo de la tierra como al vientre de mi madre y pido, a Centro América, al Asia, al Africa, a Oriente Próximo, a Europa del Este, a mi país, que no murmuren más porque quiero dormirme.  Mi pijama, mi incienso: soy el globo terráqueo esta noche de fin de año y más exactamente, un mundito redondo, piedrecita porosa que gira y se traslada a la deriva.