Para mi hermana Ileana, inmortal, querida, bella.

La familia Martínez Rocha nos desmembramos como una mandarina de ocho gajos que se cae de su árbol. Otras culturas nos recibieron bien o mal pero, la verdad, nos dieron el cobijo que buscamos. México, Bélgica, Estados Unidos, Costa Rica, si bien no nos llamaron, nos hicieron guiños de bienvenida y ofrecieron un lugar con infinitos matices para conjugar los pocos verbos que importan: trabajar, amar, reir, llorar, morir. Como a miles de familias nicaragüenses en esa eterna catástrofe política y social de Nicaragua, el desarraigo del terruño y de los amores familiares golpetearon nuestras sienes sin descanso, la migración ha sido nuestro pulsar, el amor fraternal nuestra fuerza.