Me quedaré de ardilla
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Recuerdo de ese único día en el Río Rincón, montaña de Cerro de Oro en la Península de Osa.
Tropezar y avanzar fueron lo mismo en la ruta del río esa mañana de montaña sin tiempo. Redondas rocas simulaban ojos con pestaña de musgos que lloraban aguas de largos recorridos. Entre estrechos cañones de laderas altas pozas tocadas por los rayos de sol albergaban coloridos cuarzos que se volvían peces en su cauce. El cielo era apenas una referencia ante un suelo vibrante. Pequeñas lagartijas acróbatas en un santiamén surcaban la piel del agua, de la piedra y de mi vida, daba lo mismo, éramos lo mismo. Y ese mágico día fui Cerro de Oro, Río Rincón, roca llorona, tuco de cuarzo, grano de arena, rayo de luz, burbuja de agua cristalina, y corazón de lagartija en la montaña viva.