El peligro de estar cuerda

Rosa MonteroHe leído varias obras de Rosa Montero.  Pero El peligro de estar cuerda es danzante, suelto, libre, generoso, compasivo.

Este libro se instaló en un rincón de mi alma donde tengo la pena que me dejó tu adiós como huerfanito buscando mi calor o como protector de mi orfandad, porque no es claro si me necesita o si lo necesito, pero, en cualquier caso, parece decirme: aquí estaré.  Es un libro que abraza y se deja abrazar.

Ensayo y testimonio se combinan para hablar de la creación literaria siempre en el límite de la locura.   Solo que la locura transciende a los literatos y, de pronto, se refiere a todos los mortales porque, en definitiva, somos creadores de nuestra vida y, en ese deambular, somos artistas y somos artífices.

Un particular guiño a la locura de las mujeres artistas, sentí o me lo inventé, que no es lo mismo pero es igual, en el libro.  Y es que, claro, la misma Rosa Montero se desnuda en este texto y nos cuenta sus torpezas, manías y obsesiones.  Pero no se queda ahí, encuentra el modo de salir adelante y encima darnos tips que nos permitan navegar las crisis y, sobre todo, nos remite a la creación literaria como una manera por excelencia de salvarnos del caos.

Rosa Montero6El texto me estimuló a seguir garabateando cosas, sin amilanarme, tonteras que bien o mal me definen, me importan y pugnan por salir de mi interior. Yo digo ahora que escribo para mi nieta de 7 años y mi nieto de 3, en el marco de una abuelitud dolorosa, disfuncional y errática y de sus contextos difíciles y desestructurados. ¿Algún día será apoyo para ellos leer mis notas?   ¿Tal vez recurrirán al libro de la Rosa Montero que estoy comentando y, en él, encontrarán sosiego? ¿Serán descabelladas mis preguntas?

Las notas biográficas condensan aspectos locos, desvaríos, atascos esquizoides, soledades, torpezas, miserias, imposibilidades en las vidas de mujeres geniales como Doris Lessing, Agatha Christie, Virginia Woolf, Silvia Plath, Emily Dickinson y Silvia Plath y Silvia Plath y Silvia Plath….y Doris Lessing….

Es una lástima que los locos no tengan derecho a hablar sensatamente de las locuras de la gente sensata (William Shakespeare citado por Rosa Montero)

Rosa Montero le quita el velo de ignominia a la locura y pone los puntos sobre las íes de la responsabilidad colectiva y los contextos ….y sobre todo nos confirma que no es raro ser raro y que la vida es bella con todo y la rareza que nos acompaña y, a veces, debido a ella.

Alicia en el país de las maravillas

Alicia¡Y otra vez un libro clásico me rescata en estos días que, dentro de mí, se ha desatado un fin del mundo más que un fin de año!   Y no sólo me salva.    Alicia en el país de las maravillas me acompaña, me alivia desde un montón de sorpresas, de recreación, de soledad, de confrontación, de identidad, de sentido, de sinsentido, de consuelo, de ternura, de personajes de los que aún falta qué decir: el conejo blanco de ojos rosados, el Gato de Cheshire, el sombrerero, la reina de corazones, la oruga, la tortuga, las langostas, los erizos, los flamingos…

Me gustaría comprender a esa niña de la época victoriana en la que Lewis Carroll (1832-1898) escribió la historia.  Quizá lo hago un poco pero, como todo lo que sucede en el mundo de Alicia, mi sentimiento más próximo a ello es al revés: es ella la que lo hace expresando mis perplejidades y azoros.

El autor parece acercarnos a ese turbulento tiempo inglés en el desfile de la Reina de Corazones que avanza hacia el campo de cricket lanzando sentencias de «decapítenlo» dirigidas a cualquier súbdito mal parado ante sus ojos, pero también rabiosa porque no puede decapitar al gato de Cheshire que aparece sin cuerpo en la escena. ¿Cómo decapitar a alguien que no tiene cuerpo?. ¿Se puede decapitar a la magia?  Pero es Alicia la que se mueve en ese desfile escuchando conversaciones inaudibles y decantando la rudeza del juego de cricket.

Es difícil no identificarse con esa niña que crece y decrece al vaivén de fuerzas externas y en el proceso, halada por mundos extraordinarios donde habita preguntona, asienta su cuestión más compleja: ¿Quién soy?  Consciente de sus cambios corporales y de los fenómenos maravillosos y, algunos también rudos, que ha vivido en la madriguera del conejo, la pregunta es angustiosa y traviesa, ¿quién soy?

Boga en el mar de sus lágrimas de tan pequeña que ha llegado a ser y pide a su amigo el gato que no se le aparezca de improviso porque puede matarla de un susto. Alicia continúa vulnerable y juguetona transitando este siglo, sus ojos abiertos siguen descubriendo mundos, fastidiosos algunos y crueles otros, donde sigue haciéndose preguntas.