Centenario de la muerte de Rimbaud (1891-1991)

Lunes 11 de noviembre de 1991, 6:20 p.m. / 
Transcripción: martes 24 de agosto de 2022
#YoMeQuedoEnCasa

RimbaudEmbajada de Francia en San José.  En su magnífica y tradicional biblioteca espero la anunciada conferencia sobre Rimbaud (1891-1991), a 100 años de su muerte.    Hay muchas personas leyendo en silencio.

Desconozco demasiado sobre la vida de Rimbaud, pero aún así me identifico con él, talvez, en su dolor, en su irreverencia, en su soledad.

Apenas leí El barco ebrio de su autoría  y El tiempo de los asesinos que Henry Miller (1891-1980) escribió sobre él.  Rimbaud decía que había que cambiar la vida y Miller dijo sobre él que el futuro le pertenece aunque no exista futuro. Yo creo que el futuro de Rimbaud no es ahora (¿Qué son 100 años?) y cuando sea tampoco será para seguir siendo siempre ese espacio en donde podemos coincidir.

¿Qué es cambiar la vida?  Este hombre se abrió a la verdad de sus percepciones y, quizá en parte por ello, cargó una porción de dolor de la humanidad, inmensa para una sola persona.   Quisiera sanarlo en eso que él padeció pero ni todas las voluntades juntadas para lograr su dicha hubieran tenido éxito: a Rimbaud le dolía la vida, le dolía él mismo.

No me asombran sus relaciones homosexuales y los calificativos de ladrón de fuego o demonio que le endilgaron en vida.  Puedo imaginar sus sentimientos en la Francia revoltosa a donde huyó a los 14 años, la Francia de la Comuna.    Y pienso en él también desde la locura, anarquía y pobreza de la Nicaragua que me habita y, de pronto, estas líneas se convierte en reflexión sobre mí misma.   ¿Cómo salvarse de un país y de una historia? ¿Cómo olvidarse de la idea de cambiar la vida para todos? ¿Cómo no padecer la búsqueda de una patria amable?   ¿Hay elección en ser uno mismo? ¿Cuál es mi historia y cómo, sin yo pretenderlo, queda plasmada en lo que hago y digo? ¿Por qué la congruencia de un poeta y visionario me confrontan con mi propia aspiración de coherencia? ¿Quién soy?

No importa dónde esté, ni cómo, ni con quién: Nicaragua me vive y yo la vivo y sólo desde ahí entiendo porqué la inseguridad y desazón se apoderan de mí, por qué la dulzura y la ternura a veces me rebasan y por qué decido continuar viviendo sin ningún horizonte que me ofrezca dicha: el futuro no existe y por eso me pertenece entero.


			

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