Mañana será otro día

Domingo 10 de agosto del 2003, 6 p.m /  Transcripción: miércoles 21 de octubre de 2020 / #YoMeQuedoEnCasa

parejaEn este periodo del año me sorprenden los atardeceres dorados.  Ayer fue deslumbrante.  El camino, los árboles, la leña, resplandecían con una luz de oro que inundó también la cocina, la sala, los muebles, los dormitorios y me hizo bendecir esta casa abierta a la naturaleza con atardeceres, noches y mañanas que irrumpen con matices siempre distintos, se acomodan, platican y se van; es una casa instalada en la nobleza de la belleza. 

Pero el crepúsculo dorado de ayer sábado me transportó al cuento del Rey Midas y por instantes conecté con aquel prodigio contado en la voz de mi madre.  Lo cuento a Luis mientras, tomados de la mano por el camino de lastre, asistimos al ritual del inicio de una noche donde, nuevamente, estaremos cómodos con la compañía que cada uno es para el otro.  Igual que hoy, hacía frío.   El calor de la chimenea arropó largas horas de lectura: él con El paraíso en la otra esquina de Mario Vargas Llosa y yo con Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar.  

El domingo comenzó caminando por la carretera.  Teníamos bastante de no hacerlo.  Y, en general, llegamos hasta el kilómetro 16, incluso hasta el 17 (estamos en el km 15.5)  pero hoy subimos hasta el mirador de Rancho Redondo, quizá 3 kms más de ascenso.  De regreso compartimos nuestras impresiones de la lectura de ayer.  Luis me contó momentos de la vida  de Flora Tristán y de su nieto Paul Gouguin y cómo Vargas Llosa tejió la novela con personajes tan antagónicos y de distinta época.  Por mi parte le compartí reflexiones sobre el amor y la vida que partían de las sutilezas y descripciones de la Yourcenar que me entregó a ese Adriano pleno de conciencia, abierto al placer, al dolor y a las excentricidades del poder y del amor.   Comento mi certidumbre que Adriano debería ser lectura obligada de todo gobernante y de todo amante y cómo la lectura, había dejado en mí esa necesidad de adueñarme de mí misma, conocer mis abismos y vivirlos sin maquillaje.  

Por lo demás, el día continúo para mí con platos por lavarse, preparación del almuerzo, acomodo del dormitorio y lavado de ropa, mientras Luis cuidó el vivero y abonó todas las plantitas del jardín.  La lectura continuaba su convocatoria y sentí mucha impaciencia por terminar aquellas tareas domésticas sin final y ponerme a leer nuevamente.  Controlo el mal humor que me provoca la situación mientras una y otra vez Luis bromea, pasa y me besa.  Llega el almuerzo y la siesta.  Luego escribir para la presentación del disco de Rocío Campos y mi diario…

Un día más de mi existencia, de nuestra vida en pareja; muchas sensaciones, sentimientos y recuerdos no alcanzaron a emerger del baúl de este domingo porque la noche llegó plena y los perros ladran a la orilla del camino.  Mañana será otro día.

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