Vieja y nueva

Quiero paisajes, necesito flores, colores, aromas; añoro presencias queridas y a veces, por las noches, rastreo alguna estrella sin nombre y sin motivo;  correteo tras una nota musical que se demora en mi memoria, y busco armonía  contra todo pronóstico.

Y porque no tengo qué perder, bendigo, o me quedo en una alegría chiquitita, una travesura pueril, una palabra, un acto, un gesto…o en el amor  cotidiano que a ratitos me invento.

Me voy poniendo  ligera de equipaje sin esfuerzo, sin mérito, mientras noto que a mi nariz le gusta apuntar al infinito; y muchas veces quiero volar como si fuera libélula y no este apretado laberinto de huesos y de nervios y de carne con nudos atorados que duelen de fracasos, historias inconexas, proyectos inconclusos y quehaceres pendientes.

¿Es acaso esto la expresión de mi miseria? ¿De mi confusión y cobardía? ¿Una forma de rebelarme contra las atrocidades de las guerras? ¿Un grito de protesta por las pequeñas deslealtades cotidianas?  ¿La riqueza y la abundancia más completa?   No lo sé.  ¡Además de vieja pareciera, a veces, que me voy poniendo nueva!

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