Mangos

Otro gran recuerdo de la casa de San Antonio de Coronado....
escrito el domingo 30 de marzo de 2008

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https://youtu.be/kABmIWpnNzc?t=95

Los mangos que compré en la feria del agricultor están en la mesa del comedor, en la cocina, en la sala, en mi pupila, en mi olfato y en mi paladar.  Es su luz la que se mezcla con la luz del sol y, juntas, esparcen calor y color por toda la casa.  Parece un sueño, por frugal, gratuita.  Este domingo vibra matices de mangos y se llama Mango. Le pongo nombre, está recién nacido.  Domingo-mango.  

Mangos para mis hijos, mangos para mi vecina, mangos para mi amiga, mangos para compañeras de trabajo.  Ya está en la refri un pichel de jugo de mangos maduros y, sobre la estufa, un arroz con pedacitos de mangos celeques.  La ensalada de lechuga romana salpicada de trocitos de mangos verdes y cebolla morada estará gloriosa en este almuerzo. 

Las chinas rojas del patio y las lizmaquias amarillas que cuelgan arriba del fregadero, no se quedaron atrás y, furibundas y delicadas, lucen colores de mangos.   

Tengo preparada comida básica para toda la semana: picadillo de ayote al ajillo, pollo al romero y unos filetes de corvineta que dejé en limón y vino para comerlos al medio día de cualquier día.   Los frijolitos no faltarán esta próxima semana, desde hace dos horas están chirreando en la olla de cocimiento lento.  Seguro haré un gallopinto de esos que gritan que mis hijos están bien, que la amistad es una bendición, que las personas somos buenas, que la mentira no prospera, que el odio está arrinconado y que la pobreza es una historia extraña. Y cada día habrá un mango maduro esperando recibir honores de postre.

Hoy quiero todo junto a estos mangos.  Es decir, quiero la hiedra, quiero a la hormiga, quiero al viento, quiero un beso.  Hoy me encanta el soliloquio de Segismundo que aprendí en mi colegio: ¿Qué es la vida? Un frenesí / ¿Qué es la vida? Una ilusión / una sombra, una ficción, / y el mayor bien es pequeño; / que toda la vida es sueño, / y los sueños, sueños son.

En fin, retomo mi trabajo este domingo mango, y puede que salga de mi fantasía cuando empiece a dolerme la cintura por tanto tiempo en la computadora.

En abril las luciérnagas

Recuerdo de la casa en la carretera hacia Rancho Redondo

Las luciérnagas iban llegando de a poco.   Las estrellas de la constelación de Orión y la del Perro, y hasta Cirius, envidiaban su liviandad, su jugueteo. Asincrónicamente aparecieron sus palpitaciones luminosas entre el pasto, las bugambilias, las hortencias y los bambúes, justo cuando los pájaros aquietaron sus jolgorios y en el horizonte el valle se abrió dibujado por luces de ciudad. Una por una las luciérnagas, montoncitos de tres, de siete como las siete cabritas, están arriba, abajo, más abajo, allá, acullá, aquí mismo en los geranios…. ¡la noche nació palpitante!. Minutos antes era diferente: que si tres palomas volaban por encima de la ixora, que si aquellas golondrinas jugueteaban sobre la copa del aguacate y aquí, cerquita, los pecho-amarillos hacían temblar el frondoso laurel casi al alcance de mi mano, mientras maiceros y yigüirros se juntaron al concierto del sol que se ocultaba.

La tarde bulle con gratuidad: las luciérnagas…. los pájaros….. por allá Orión…. por aquí el sol ya se durmió….

Las pequeñas quiebraplatas de mi infancia son fiesta para mis pupilas mientras el corazón confirma que soy de este paisaje, con Luisa -la gata- como testiga, aunque ella esté más interesada en correr tras una mariposa que en dar cuenta de esta historia.