A la luna

Yo soy esa
viajante en una escoba
que en noches solitarias
quiero hablar con la luna.

Y deseo secretos
de esa bruja nocturna,
perspicaz hechicera
que desafía noches
alumbrando montañas,
saliendo en las cañadas,
persistente en los parques,
obstinada en los mares,
traviesa
por los patios y las calles.

A veces me la encuentro
por senderos oscuros,
sinuosos, traicioneros,
toco flores que ortigan,
gusanos ponzoñosos,
mientras ella,
como una Mona Lisa
en el lienzo del cielo,
me sonríe, absoluta,
altanera,
lejana.

Un punto, un minuto

El sol sale al este.

Estaba frente al sol.  A la izquierda el norte, a la derecha el sur.  Eso le había enseñado su hijo el menor para ayudarle en su desubique, esa manera tan suya de ser y estar, vivir y convivir, sentirse.  En su casa, entonces, el invernadero estaba al noroeste del terreno, la huerta al sureste.  En la ciudad, a donde poco iba, las avenidas corrían de este a oeste, las calles de norte a sur.  No debía olvidarlo, no quería seguir pareciendo chiquilla tercermundista en un cuerpo de adulta menopáusica. Sigue leyendo