Miró la foto con estupor. En el centro, sentadas en un sillón de mimbre, las dos ancianas, viudas desde hace tiempo. A sus espaldas y de pie, sus hijas rodeándolas, cuasi abrazándolas. Tocándose, arrimadas, juntadas, apelotonadas. Siete mujeres, un solo cuerpo y casi, casi, un mismo destino.
Esos rostros frecuentados en los tiempos jubilosos de las mujeres retratadas se le acercaban y alejaban como en flash back. Gente de pueblo, buena, aseada, querible, bondadosa, noble: sus dos tías. Infantiles, candorosas, inocentes, amistosas: sus cinco primas.
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