A mi mamá, que me enseñó a leer
Me empapo de palabras necesarias como las sillas y santas como esas nubes que transitan mi vida. Y pronto la lectura se me hace ventana por la que el mundo entero entra por la mañana y deja a su infortunio reposar en mi almohada. Otras veces el texto es sagrario, iglesita y campana y vibra con el viento que distrae al silencio. ¡Y las letras del libro entonces son sagradas!