El llanto de los niños y las niñas es natural y legítimo; refleja que éstos infantes están pasando un mal momento y demandan ayuda. La forma en que lloran es cultural (aprendida), responde a su contexto afectivo y tendrá repercusiones fundamentales a lo largo de todos los ciclos de vida de esa persona. En este sentido, un bebé cuyas necesidades son satisfechas diligentemente, llorará menos y con menor intensidad, que otro que no es atendido y encuentra en el llorar una herramienta para lograrlo.
No obstante, estas líneas no abordan el llanto producido por causas físicas que provocarán en un niño un malestar o dolor físico y emocional (cuando está enfermo o lastimado por un pequeño accidente doméstico), sino a ese otro llanto cuyas causas son emocionales y, hasta que el niño aprende a expresarlas lo cual demorará varios años, puede sernos difícil saber cuáles son.
Valga señalar que tanto en el llanto producido por causas físicas como en el llanto producido por causas emocionales el pequeño está expresando que está en un mal momento y lo mejor siempre será ayudarle a que ese momento pase pronto. Debemos entonces acompañar, conversar con el menor mientras procuramos su alivio, sea de cualquier edad, incluso recién nacido, y hacerle saber que estamos buscando el motivo de su llanto. Por supuesto partiendo de que el niño no tiene hambre, ni frío, ni dolor físico.
Los niños lloran por los mismos motivos que los adultos e igual que en los adultos, cada llanto expresa malestar o dolor: físico, emocional o una combinación de ambos, en una gama inmensa de intensidades y complejidades en relación con su edad y su experiencia de vida. Asimismo, igual que en los adultos, a los niños y niñas les sienta bien la compañía de un ser querido y amable en el momento en que se sienten debilitados por los motivos que sean. En este campo, la enorme diferencia entre una persona adulta y un niño es que éstos no saben gestionar los sentimientos que están a la base de su llanto y en la mayoría de las situaciones ni siquiera conocen o reconocen el sentimiento mismo, además de encontrarse en una etapa vulnerable y de dependencia de su madre, padre u otras personas adultas.
No obstante, hay que decir, es en la infancia que se aprende a gestionar los sentimientos propios; este aprendizaje es parte de la cultura y la educación recibida directamente de papá y mamá y de las personas a su alrededor. La crianza es el espacio perfecto para ello.
Si bien todos los sentimientos del niño son naturales y lo acompañarán durante la vida volviéndose más complejos y manifestándose de diferentes formas y matices, el bebé y el niño se encuentran en este mundo para aprender a gestionarlos adecuadamente y su llanto es una magnífica oportunidad para que papá, mamá y otras personas le enseñen con amor a sentirse seguro, a reir, a escuchar, a jugar y de ninguna manera a «quedarse» en el llanto bajo el argumento de que es natural; esa es la más básica e importante enseñanza que podrán hacer los padres y las personas adultas alrededor del menor. Es muy probable que si esto no se aprende adecuadamente podemos llegar a ser personas adolescentes o adultas manipuladoras y/o depresivas y, lo que es peor, dependientes afectivas de otras personas porque no lograremos asumir nuestros propios sentimientos para poder canalizarlos de forma positiva.
De modo que el llanto en la infancia siempre será un síntoma que requiere atención, supone una oportunidad de enseñanza/aprendizaje y no debe pasarse por alto porque siempre implica dolor. De modo que es natural llorar. Pero es cultural (es decir aprendido en la socialización temprana) utilizarlo para conseguir lo que se quiere (manipulación).
Para los padres, madres y personas adultas el llanto de un niño es un momento privilegiado para enseñarle a expresar los sentimientos de otros modos, canalizarlos hacia otro tipo de actitudes constructivas y diseñar con él distintas alternativas; Lo segundo dará al niño un sentimiento de seguridad, creatividad y alegría en la vida que le acompañarán siempre. Imposible que los niños lo aprendan solos. De modo que cuando ocurre el llanto, los niños deben ser orientados y acogidos por el amor de mamá y papá y las personas adultas a su alrededor y, en ningún momento, debe asomar la censura o la represión. Al convivir con un menor, por más bebé que sea, es muy posible que se conozcan o intuyan las causas de su llanto y, a partir de eso, ayudar al menor a gestionar ese sentimiento debilitante.
En este artículo vamos a aglutinar en 3 grupos las causas principales del malestar o dolor emocional de los bebés y los niños: incomodidad (frío o calor, hambre, sueño), desamparo (soledad, miedo) y frustración (tristeza o enojo).
Incomodidad: frío o calor, hambre, sueño
La incomodidad en un niño puede surgir de este trío de circunstancias que constituye un pilar en su bienestar. Igual que un adulto, el niño necesita en todo momento sentirse confortable, por lo cual hay que buscar en las causas del llanto si tiene frío o calor, hambre o sueño, en primer lugar; A veces el frío puede estar vinculado con estar orinado largo tiempo, sucede con frecuencia en los bebés y en los niños que aún no pueden expresarse; una vez estas necesidades básicas estén satisfechas, el niño deja de llorar y está dispuesto a reír, jugar, conocer el mundo que le rodea que es lo más natural en un niño y lo que contribuirá a hacer de él una persona afirmada y adecuada estima de sí mismo. Un horario adecuado que permita regular sus tiempos de comida y de sueño será fundamental para los primeros años porque contribuirá a darle seguridad de que sus necesidades serán satisfechas regularmente y él prontamente seguirá y esperará esos ritmos.
Desamparo: miedo y soledad
Este es un sentimiento complejo que los niños tardan en expresar. Cuando se siente desamparado, el niño llora por miedo y/o soledad; si es muy chico no va a decirlo, pero muchas veces la mamá o la persona que lo cuida lo sabe o intuye. Con frecuencia esto está vinculado a momentos en que se quedó solo y no vio más el rostro de su mamá o su papá (¿Volverá papá o mama?). Aunque es posible que el niño, cuando es pequeño, llore siempre cuando mamá o papá no están, es demasiado importante hablarle, despedirse de él cuando van a salir, decirle dónde estará mamá y papá cuando no están con él y a qué horas vuelven; esto, poco a poco, le permite comprender que él estará a cargo de otras personas. Le dará la confianza en que mamá y papá no lo dejarán por mucho rato y que las personas a su cargo también lo cuidan y lo quieren.
Hay un tipo de miedos que los niños verbalizan mas o menos a partir de los 3 años, pero otros son más difíciles y otros, quizá el niño ni siquiera sabe que los tiene. En esos casos lo mejor es abrazarle, cargarle, acunarle y luego darle actividades para hacer…. Un rompecabezas, un juego de crayolas, un pequeño paseo…. suelen calmar el miedo y la soledad…. De este modo el niño aprenderá a crecer buscando alternativas y no quedándose en el sufrimiento que le causa el temor o el sentimiento de desamparo; no se quedará en el síntoma que es el llanto.
A veces el miedo es hacia un juguete en forma de animal o de persona, o al agua, o a un árbol, o al viento…. Ojalá los padres y las personas adultas ayuden a ese niño a darse cuenta que ese objeto no hace daño y hasta puede ser divertido…. de modo que se realiza una confrontación con su miedo al nivel del niño y el miedo logra ser superado; esto pasa muchas veces con la oscuridad; pero la oscuridad se vuelve manejable y hasta hermosa si está acompañado.
Frustración: tristeza o enojo
Con mucha frecuencia los niños se sienten frustrados y lloran por eso. Ellos quieren tener o conseguir hacer algo que aún no pueden. Muy pronto el niño comprende que el llanto es una herramienta poderosa y va a probar a mamá y a las personas adultas utilizando el llanto (tristeza o enojo) para manipular, es un juego muy delicado en el que no hay que caer y hablarle al menor siempre explicándole por qué no puede algo. Si el mecanismo manipulador se enraiza en el niño será difícil en el futuro su erradicación y con frecuencia estos niños llegarán a ser adolescentes y personas adultas igualmente manipuladoras, sin darse cuenta que tienen el mecanismo dentro de ellos sembrado en la primera infancia.
La frustración lleva al niño al sentimiento de tristeza o al de enojo (en éste último caso puede armar berrinches). A veces es por un juguete que no logró tener o no logró activar (muchas veces se comete el error de darle juguetes para niños mayores a su edad y ellos no saben cómo manejarlo). Es muy importante ayudarle al niño a gestionar el sentimiento de tristeza o de enojo y en general el de la frustración, dándole alternativas cuando lo que quiere no es posible, es peligroso, o no le conviene ya sea en el juego (un juguete que no es para su edad), en la nutrición (una comida que no es buena), en su horario de vida (acostarse o levantarse)… enseñarle a trascender es fundamental porque ese niño aprenderá el mecanismo para toda la vida, lo cual es vital ya que a lo largo de toda la vida se tendrá que confrontar con la frustración a distintos niveles. “Eso no puedo darte…pero mira qué lindo esto que sí puedo darte….” “la luna no puede bajar porque su casa es allá arriba…. Pero mira qué luna de juego tengo en las manos…”; “eso no puedes comer porque te dolerá la pancita…. Mejor vamos a jugar al escondite… o sí puedes comer esto otro…”
También puede pasar cuando despiertan al niño y él quiere seguir dormido, o cuando le quitan algo que él quiere tener. En estos casos debe haber un motivo suficiente de la persona adulta (su madre, padre o cuidador) para hacer esto y hay que explicárselo al niño: “Yo sé que quieres dormir mas…. Lo siento…. Mamá tiene que salir y no puede dejarte solo en casa…vamos a ajustar los horarios para que no vuelva a suceder….” Siempre las explicaciones al niño son fundamentales.
Conclusión
Las líneas anteriores pueden ser profundizadas, buscan solamaente permitir conversaciones entre las personas adultas de mi entorno en función de los niños y las niñas bajo su cargo. El llanto es un síntoma, no una causa. La fundamental estrategia planteada en estas notas alrededor del tema es cultural y educativa y consiste en acompañar al menor para minimizar o evitar su malestar o dolor a través de legitimar su llanto y ayudarle a encontrar otros modos positivos de estar en ese momento difícil que está pasando: contra la incomodidad del niño, procurarle bienestar; contra el desamparo que pueda sentir el niño procurarle confianza, información y abrazos; contra la frustración, procurarle alternativas.