Con el paso milenario de los propio y de lo ajeno, puntualita como antaño la lluvia volvió temprano. Taconcitos de madera lucen sus pies remojados y chasquean sus gotitas un sudor muy bien ganado. Urbana y occidental amo a una gota de agua debajo de mi paraguas, sin saber que ella es el mar donde me podré ahogar.