Conocimos la vida con los ojos del tacto el día en que nacimos. Y luego la miramos al precisar sabores y miramos la flor en sus olores. Y la lluvia y el mar, el graznido del pájaro, el maullar de un gato: al oírlos les vemos y les pertenecemos. Así son los sentidos, un infinito cruce de caminos, un corazón complejo sensitivo, nudos articulados, vigías del camino, miradas encontradas sin nombres ni apellidos.