Entre otros cuentos de Angie Quirós, este es uno de los que le escuché en la caminata por un trecho de la calzada al Bajo de la Hondura el 28 de enero de 2022.
A finales del siglo XIX la calzada al Bajo de la Hondura dejaba atrás el camino fangoso que antes de la independencia se utilizó para transportar el tributo de Costa Rica a la corona española y que muy atinadamente para España, consistía en una buena ración de arroz, frijoles, miel de abeja y zarzaparrilla.
Ahora era distinto. Se tupía el camino empedrado de carretas que iban desde San Jerónimo de Moravia hasta Carrillo, cargadas principalmente de café cuando iban y con productos de importación para el Valle Central, al regresar. El trayecto era una alternativa al Zurquí, de la actual ruta 32, en un camino mixto que conectaba con el Ferrocarril al Atlántico.
A pico y pala índígenas huetares, contratados por el gobierno, dejaron ahí uno de sus legados dándole forma al sendero con piedras de canto rodado y contribuyendo a la economía de un país que se abría al mundo con las manos llenas de café. En buena hora lo que queda actualmente de la calzada, que se adentra en el Parque Braulio Carillo, ha sido declarado patrimonio nacional.
Caminamos un tramo de la calzada desde San Jerónimo. Trato de articular la historia de la expresión matando la culebra que se originó en su seno, como escuchando aún a Angie Quirós, gestora cultural de la zona y nuestra guía en esa hermosa caminata donde íbamos conociendo de fincas y propiedades, de plantas y de montañas. Y mucho más.
Para dar infraestructura social al tránsito que iba y volvía, se esperaba que se formaran caseríos a lo largo de la vía. Pero el intenso frío dificultaba que los pobladores se asentaran y les traía complicaciones para la crianza del ganado vacuno. Las autoridades de la joven república de Costa Rica, atendiendo quejas de que esto se debía a la existencia de culebras en la zona, contrataron 100 hombres para matarlas. Equipados con palos y guadañas los trabajadores llegaron, pero no encontraron las mentadas culebras, era imposible que las hubiese con tanto frío como había. No obstante, con este espíritu costarricense, acomodaticio y festivo, en lugar de matar culebras los hombres se dedicaron a pasarla bien con mucho licor de por medio mientras llegaba el momento de cobrar sus jornales. Cuando eran inspeccionados por sus superiores hacían como si mataran culebras.
Cuenta Angie que esta es la historia de la expresión matar la culebra que desde esos años de la calzada ha llegado hasta nosotros y que se usa para referirnos a momentos en que no hacemos nada, pero por intereses creados, queremos mostrar que hacemos…. Esos tiempos vacíos por improductivos que según quien sea su protagonista se viven con picardía y chispa para echar algo a los bolsillos y llevar la comida a casa aunque sea trampeando, como en aquellos tiempos.