La pequeña refugiada política

La familia Martínez Rocha se desmembró como una mandarina de ocho gajos que se cae de su árbol.  Otras culturas nos recibieron bien o mal pero, la verdad, nos dieron el cobijo que buscamos. México, Bélgica, Estados Unidos, Costa Rica, si bien no nos llamaron, nos hicieron guiños de bienvenida y ofrecieron un lugar con infinitos matices para conjugar los pocos verbos que importan: trabajar, amar, reir, llorar, morir.  Como a miles de familias nicaragüenses en esa eterna catástrofe política y social de Nicaragua, el desarraigo del terruño y de los amores familiares golpetearon nuestras sienes sin descanso, la migración ha sido nuestro pulsar, el amor fraternal nuestra fuerza.

Dicen que no se sienten las despedidas, dile al que te lo dijo, cielito lindo, que se despida.

Por décadas nada nos ha impedido encontrarnos, sufrirnos, gozarnos, acompañarnos.  La risa, a veces en medio del dolor, parece habernos parido, nos acerca y nos contiene.   La cumiche de las mujeres, de la que he hablado en este blog, es Karen.   Muchas veces, a lo largo de décadas, ha dejado su comodidad para estar con la hermana o hermano que la necesite, en su país Nicaragua o en otro.  Este post pincela una particular convivencia con ella entre diciembre de 1978 y agosto de 1979 en Barrio Pinto de San Pedro Montes de Oca. Llegó en calidad de refugiada política y en esos meses cuidó de mi entonces pequeñito hijo mayor.

Karen y jlAcá muestro esa foto de febrero de 1979 tomada en un estudio profesional en San José. Todos los días Karen recogía a Juan Luis a las 4 de la tarde en la Guardería de la Iglesia Episcopal, entretenía al chiquillo y le daba alguna merienda hasta que llegaba su papá o yo que, generalmente, lo hacíamos alrededor de las seis o siete de la noche.   En su recorrido para tomar el bus, con el chavalo a la espalda en un cargador verde, pasaba por un estudio fotográfico y, el día que tuvo el dinero, hizo plasmar la imagen que, como si fuera una cápsula del tiempo, reaviva mi memoria y hace fluir el amor que embargaba al mundo con mi primer niño nacido y la miraba buena de mi hermana. El chavalo salió sonriente y ella luce sus 15 años de pantalón de mezclilla y camisa a cuadros.

¿El contexto?

Mi hermana la menor había llegado desde Honduras como refugiada política a Costa Rica.  En su contra había orden de captura en Chinandega, la buscaban por revolucionaria igual que a su amiga Ana María, ambas niñas de apenas quince años. Eran esos tiempos de la Operación Limpieza que la Guardia Nacional de Somoza desató en la ciudad como últimos estertores de fiera acorralada.    De emergencia salió de Nicaragua hacia Choluteca llevada por Mami (1921-1999) y la Nana (1947-2011), pero  su compañera de infortunio no corrió la misma suerte y fue apresada, torturada y violada, actualmente vive en San Francisco y siguen siendo amigas.  Ya anda la orden para capturar a tu cuñadita le dijo un guardia de alto rango al esposo de mi hermana Ruth.  El comentario era una voz de alerta, suficiente motivo para temer lo peor, las dictaduras siempre tienen los mismos catastróficos lugares comunes cuando se trata de amedrentar y matar. Mi hermano mayor, Abelino (1952-2011), gestionó con ACNUR un pasaje de la línea aérea SAHSA para que volara de Tegucigalpa a San José. Y así la recibimos, la gozamos, la amamos.

Mi hermana la menor, la refugiada política, la que se desplazó a Managua para ayudarnos en el cuido de Enrique mi segundo hijo, la migrante cuando se trató de cuidar a nuestra hermana Ileana (1947-2011) en sus últimos meses de vida….  ¡Hay veces que, sin intención alguna, torcemos las injusticias y florece la vida a pesar de ellas!

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