Acuno notas musicales que se esparcen
con la lluvia de octubre
por mi casa,
mientras abrazo la palabra hermana
con todo y esa hermana muerta y viva.
Disfruto mariquitas posadas
en los arbustos de mi memoria
tanto como la salamandra
que un día Enrique escogió como mascota.
Soy fan de los pollitos picoteando sus huevos
rasgando, rompiendo, naciendo....,
y de las hormigas que en sus espaldas
llevan todo el mundo.
Convivo con la mirada que un día me dirigió
un monito carablanca,
y con aquel perro callejero
que al mirarlo me acercó
sus calles recorridas,
sus patas incansables, su inocencia.
Me enternece
la pelotita de la tierra
que el globo terráqueo de mi cuarto
me evoca.
No estoy lejos del punto
en que copulan meridianos con paralelos,
continentes con océanos,
ríos con tierra firme.
Con igual cariño siento la galaxia de Andrómeda
y la distancia con ella y todo,
todo lo que puedo encontrar en esa lejanía:
lluvias torrenciales, estrellas y ventiscas,
músicas
y todos los encuentros y los desencuentros
cincelando mis días.
Me es imposible prescindir
de los niños que nacen,
de los pobres que mueren,
el viento frío de la noche que llega,
el beso limpio que me dieron un día.
Y oigo mi dolor que canta su bom bom
con el instrumento de mi corazón.
Cosas de la memoria en octubre
Responder

