
Nada es definitivo, no existe ese despeñadero que, como a los suricatos, nos convoque al suicidio. Sólo la piel se muda, se estremece, se arruga. El alma, en cambio, es impoluta y vuela.

Nada es definitivo, no existe ese despeñadero que, como a los suricatos, nos convoque al suicidio. Sólo la piel se muda, se estremece, se arruga. El alma, en cambio, es impoluta y vuela.

Gata aletargada es la alegría que desde el dintel de la puerta me pregunta: ¿puedo pasar? Atarantada espera que le abra la puerta, la ventana, el corazón, el alma…. ¡a ella le da igual! Esperará, sin duda, mientras pacto conmigo pequeñas decisiones… como sólo esperar que pase la borrasca y bendecir el latir de mi necesidad…, quizá regar las plantas ¿a qué más? Y la gata volverá a preguntar... y entonces la dejaré pasar.