La comepepinos

IMG-20160304-WA0004A la niña que vive en la calle del mercado le dicen la comepepinos.   Cuando, en brazos de la abuela, abre la puerta de la casa, lo primero que ve son las ventas de las mercaderas. Los colores verdes, amarillos, rojos, morados y blancos de las verduras frescas le llaman la atención.  Se vuelca hacia el primer canasto de pepinos, toma uno.   Tan rápido como puede la abuela corre a lavarlo y le explica eso del agua y el jabón, antes que ella se lo lleve a la boca y lo mordisquee con sus cuatro nuevecitos dientes de coneja.

Lo mismo hace ante un canasto de tomates pero, para entonces, ya le habían puesto la comepepinos.

A la comepepinos le brillan los ojitos y sonríe.

Casa de tablas

Esa casa, la de tablas, que el Departamento de Carreteras dió a mi padre en 1968 para que viviera con su familia o, más bien, para que viviera su familia mientras él trabajaba en el Campamento de Mocorón a unos 30 kilómetros de Chinandega, estuvo de homenaje antes de ser derrumbada por sus nuevos dueños. Para eso nos reunimos en Chinandega las hermanas y hermanos, la sobrinada y la nietada, el 20 y el 21 de diciembre recién pasado.

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