En los días anteriores al nacimiento de aquella niña, su papá y mamá hicieron una consulta popular. Se trató de pensar en familia el nombre que llevaría la pequeña. Las listas fueron largas y no faltaron tendencias en las propuestas que llegaron de Miami, Amsterdan, Chinandega y Managua: nombres cortitos, árabes, indígenas, novedosos, exóticos, los de moda. La abuela paterna quería como nombre Ema, el hermano quería Alicia. Papá y mamá callaban.
Sucedió que un tío abuelo político, chinandegano de 76 años, residente en Miami, recién viudo de una maravillosa tía abuela de la niñita, llamada Ileana, envió un mensaje por correo electrónico, donde además del nombre que sugería ponía los puntos sobre las íes en lo fundamental de la vida, cosas que nunca estarán demás, verdades que no suelen estorbar y son oportunas en todas circunstancias porque tienen una dimensión humana y un porte y aspecto precisos.
Y es que en los albores de esos días el tío en mención había aprendido a enviar mensajes por email. Lo hacía dedo por dedo, letra por letra, tomándose todo el tiempo del mundo, pero lo hacía, lo cual parecía unirse a un sinfín de energías positivas que se movilizaban en función de la niñita esperada.
Y escribió:
Que alegre que ya viene esa personita y también me satisface que sea una niña, pero ahorita lo esencial no es qué va a ser, sino cómo nos va a llegar; yo invito principalmente a los padres, a las abuelas etc. y me ofrezco yo para que hagamos oración al Señor y a la Virgen pidiendo nos traiga una niña sana de cuerpo y mente. Indudablemente va a ser una niña muy linda y por supuesto querida por todos. Por esto yo sugiero se le ponga por nombre Ileana María o sino Ileana del Carmen.
Ni Ema, ni Alicia, ni Ileana. ¡Es Anaí la pequeñita que abrazamos desde hace siete meses! Su carita, sus ojitos, sus bracitos, sus piernas…. ¡toda ella es Anaí por decisión de su papá y mamá!.