Bellas, lacerantes, vivas,
son todas las preguntas de mi vida.
Ellas afectan mi fisonomía,
y mi rostro parece
un gran porqué inocente
donde confluyen
voces de las gentes
(desempleados, enfermos, campesinos,
indígenas, mujeres y mendigos)
sobre la guerra, la traición, el miedo,
la soledad, el desamor, el hambre,
el frío de los niños en las calles
y mi frío…
de noche…
inexplicable.
Escudriño a las nubes,
me detengo en las voces,
los silencios.
Interrogo los gestos,
platico con las sillas,
con las miradas buenas,
los hijos perfilando su vida.
Cansada de indagar
llega la noche
encontrándome alforja
ya pesada,
y me voy despacito
a estar conmigo
en un rincón del alma.