Niño de cristal

ninodecristal1Esa callecita de Desamparados de Alajuela que lleva hasta el Colegio de Licenciados y Profesores, está incómoda y preciosa. Toda verdecita en este tiempo. Fácilmente se identifican mangos, naranjas, mandarinas y jocotes tronadores que dan a la calle desde los patios de las casas a derecha e izquierda, por supuesto inalcanzables desde la ventana del taxi de don Antonio, como también debe ser inalcanzable sentir seguridad peatonal pues no hay veredas, y los vehículos que van y vienen, tienen que parar ante una mujer caminando o un deportista ya demorado a las 8 de la mañana.

A veces es un perro que cruza y se salva de manera espectacular.

Poco más allá está la UTN (Universidad Técnica Nacional) que sustituye al CIPET (Centro de Investigación para la Educación Técnica, creo) que buscábamos y nunca hubiéramos encontrado, para impartir ese querido curso de «Desarrollo de Colecciones en Bibliotecas Escolares» a 27 bibliotecarias de distintos cantones de la provincia de Alajuela en el marco de una actualización profesional realizada por el Ministerio de Educación y la Universidad de Costa Rica.

Fue en uno de los ejercicios de grupo, para conocer situaciones relacionadas con el diagnóstico de las poblaciones que atienden estas bibliotecarias, que una chica contó que, entre su población usuaria, tenía un niño de cristal.

ninodecristalLos niños y las niñas de cristal tienen sus huesos muy frágiles (me lo dijo la bibliotecaria aludida), por un trastorno genético, se quiebran ante el mínimo golpe e, incluso, sin causa aparente. Así nació José, tiene 8 años, cursa el 2do grado. Todas las profesoras y profesores lo protegen y hasta sus amigos y amigas más sensibles.  Pasa de la madre que llega a dejarlo a las maestras que lo reciben y lo cuidan. Le gusta mucho estar en la biblioteca donde reitera la lectura de sus cuentos preferidos mientras sus compañeros de grupo juegan en los recreos a los que él no puede ir. Su última quebradura fue con una gorrazo de trapo que le propinó un compañerito. Le quebró una pierna. Dice su mamá que lleva muchas quebraduras, desde que nació se está quebrando.

No he podido dejar de pensar en la fragilidad de los huesos y del alma y de la vida y de todo. Tampoco en esa fuerza interna insospechada de un niño de cristal (símbolo de todos los demás niños y niñas) socializándose en una cultura violenta. Se me agolpan múltiples miradas de estas poblaciones infantiles, desconocidas para mí, que visualizo a través de los ejercicios y comentarios de las bibliotecarias. Tal vez son sus miradas.

Migrantes e inmigrantes, indígenas, travestis infantiles, madres-niñas, niñas embarazadas, niños golpeados, niñas incestuadas, lesbianitas en ciernes provenientes de barriadas, caseríos o barrios.  Con todos los factores de la exclusión social en sus pequeñas espaldas son un trozo diverso y denso de población infantil costarricense buscando en la biblioteca un libro, un cuento, un juego, un texto y, ente ellos ahora, el niño de cristal que puebla y enriquece mi imaginario de esa realidad.

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