Al acecho
de un escarabajo suculento
camina bien despacio,
sin mover el zacate,
sus ojos bien abiertos,
cola y bigote tensos.
Las patas flexionadas
avanzan al ritmo del instinto
de gato de montaña
tras su presa.
Don Pío se ha salido del albergue.
Con voces y descuido
ya mueve el escenario de su caza
y todo está perdido.
¡Qué don Pío más bruto!
me dice en sus pupilas
de rombitos negros.
Ya distensiona el rabo
y el bigote
y pestañeando con su nuevo fracaso
se restriega en mis piernas
pareciendo decirme
¿viste?
¡Soy apenas un gato!