En el día en que mi hermana la tercera quedó viuda
Otro cuerpo a la tierra y el silencio. Tirada en un sillón quedó la viuda. Duelen las piernas y pesan las arrugas. Las bocas plañideras
de sus poros parecen preguntarle
¿dónde está la que fuiste? ¿qué más esperas?
Se acabó aquel llamarla urgido y doloroso del marido que yace, la limpieza de llagas putrefactas, la lavada de ropa interminable y ese olor a peste de la casa. ¿Qué le queda? ¿Es final o es comienzo? El abrazo de hermanas se filtra con la luz, es un embrujo, está vivo como flor de caléndula abierta al tiempo que doliente pasa.