Adoro esta manzana
que mis dientes trituran
y que mi cuerpo goza.
Tiene rubor de vida
con rica savia dulce
y textura terrosa.
Atrás dejó su árbol
y sus hojas.
Parece un cuento de hadas
sus azahares, aromas,
el sol, el riego,
el vuelo y las abejas…
que condensa en su sabor
y que explota en mi boca.
Sola está entre mis manos;
y parece que sorbo
en un bocado loco,
algo de levedad de Eva
y de gnosis de Newton,
más una gota amarga
de la manzana roja
que comió Allan Turing.
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