Nací de los acordes y magias uterinas y antes de abrir los ojos soñé dos esmeraldas de una mujer divina y oí su tesitura de cadencias y rimas. Era húmedo el eco que venía del lago a vulnerarme el alma en sus cimientos. Y primero que antes, con formas de mujer fuí sólo un ritmo que cuando quise asirlo fue sólo movimiento. Desde entonces la música de todos los caminos parece que me salva, me convoca, me sana, y que sólo ella ríe sublevando al destino.
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