Ella fue bibliotecaria. ¡Qué manía la mía de decir verdades incompletas! Siempre hay una intención al hacer esto y, en esta ocasión, la mía es mostrarla cercana, tanto como creo que lo fue. Hablo de María Moliner (1900-1981). Su Diccionario de uso del español lleva con nosotros 54 años. García Márquez se refirió a ella como “la mujer que escribió un diccionario”.
Se lo que es una vida de bibliotecaria y lo que pudo significar y significa su “discreta constancia”; esa que le permitió la construcción de un diccionario que, sin ella pretenderlo, iba a mover los cimientos del Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (DRAE). Un diccionario que empezó con la elaboración de una ficha en la que escribió como epígrafe una palabra….digamos, por ejemplo, libertad…..y luego otra palabra en otra ficha…. ahora es armonía…. Iba encontrando que cada vocablo tenía vida, espacio y tiempo propios y al mismo tiempo común. Y así… llegó a ese diccionario «orgánico»….más de 3000 páginas, 2 tomos….
Me encanta su constancia, su trabajo de hormiguita, su resiliencia…. Esta última, la resiliencia… ¡Cuánto la necesitamos en esta época de encierros sanitarios por el contagio de la covid19!. Entonces, por esos años del franquismo brutal en la España del mil novecientos y tantos, con un encierro cultural y social que incluyó censura política a ella misma, la Moliner, María, se dedicó a la específica y larga elaboración de fichas que le iban permitiendo hilvanar su épico trabajo, el diccionario… a ella…. que también era experta en zurcir los calcetines del marido, cuidar hijos y regar sus plantas. Un gran sentido común, diría yo, sin ánimo de menoscabar sus méritos y sólo porque estoy convencida que decirle a alguien que tiene sentido común no es tan común. Mas bien es una maravillosa hazaña cotidiana a la que siempre debemos aspirar. Resalto en el mismo rango de actitudes, su estar “polo a tierra”, una mujer ocupada en lo que hay que ocuparse, dándose, dando lo que se puede en cada momento.
Un fragmento de su respuesta ante la negativa de la Real Academia Española de la Lengua (RAE) de elegirla como una integrante más, dice mucho de quién fue, su sentido de realidad que es también su sentido de la ironía…..:
Sí, mi biografía es muy escueta en cuanto a que mi único mérito es mi diccionario. Es decir, yo no tengo ninguna obra que se pueda añadir a esa para hacer una larga lista que contribuya a acreditar mi entrada en la Academia (…) Mi obra es limpiamente el diccionario.
Y qué simbólico escribir un diccionario, una obra que como la vida son inagotables. Tampoco se agotará el descubrimiento de todos los matices y perspectivas que tuvo su aporte. Cuentan que cuando se le preguntaba sobre cuánto tiempo más necesitaba para terminar, ella respondía «dos años más… faltan dos años….» Le llevó 15.
Hay información de ella que podemos conseguir fácilmente a través de las redes. Pero quiero colocar en este espacio dos artículos de El País escritos a su muerte en 1981: Una académica sin sillón y La mujer que escribió un diccionario; pero sobre todo, esta nota es una invitación a ver la obra de teatro El diccionario que produjo en su honor el Colegio Nacional de México en 2012.