Recuerdo que fue por una tontería que la agarró del pelo y la golpeó varias veces contra una pared del pequeño apartamento. El hecho y su lectura son pavorosos. Los detalles se pierden en lo inmenso de la desilusión. El hombre – exquisito, tierno, amoroso – con quien hacía apenas cinco meses comenzara el más espectacular romance, en cuestión de segundos se transformó en un desconocido que sólo producía miedo.
Sus fantasías se hacían trizas en ese mismo instante. Había vivido un idilio como Eva y Adán, con la serpiente y la manzana y sin el reproche de Dios, pero los golpes la enfrentaron a un límite que no quería saltarse, y todas las perspectivas de la vida en común que apenas nacían se quebraron al pie de esa escena que dramática y temerosamente se encontraba protagonizando.
Hacía cuatro años que se divorciara de otro energúmeno. Este, un señor letrado, cumplió su rol de esposo dándole dinero, gritos y subestimación en grandes cantidades, mientras ella se pasaba imaginando qué era la ternura, dónde estaba, cómo sería su vientre visitado por esa magia que oía decir que existe. La necesidad de ternura fue creciéndole y mientras menos la tenía más la deseaba. Su deseo de ella se le salió por los poros, ojos, boca. Y la hizo bella porque era necesidad de algo legítimo.
En el ínterin de maridos tuvo romances buenos, malos y otras veces regulares. Unos veloces como golondrinas y otros largos que vivían a su acecho como linces. Estaba acostumbrada a esa extraña disciplina que tenemos las mujeres solas: enamorarnos y desenamorarnos y volvernos a enamorar y volvernos a desenamorar y siempre estar enamoradas. Sin lograr hacerlo como se hace y se deshace una maleta de viaje. Y entonces decimos que queremos confiar (como repitiendo una oración para nosotras mismas), cuando ya nos duele la certeza de su inviabilidad. Y que nos tenemos que arriesgar, cuando ya estamos expuestas. Y con toda conciencia decidimos que nuestras acciones se correspondan con nuestros deseos.
Se está haciendo imposible convivir con los hombres. Es difícil decirlo cuando los añoramos tanto. Se están perdiendo de nosotras sin sospechar las maravillas que sólo a ellos queremos entregar, y se están quedado lejos y solos como fragmentos de cosmos a la deriva, enloquecidos y sin órbitas. Nosotras, en cambio, nos estamos apiñando en el dolor y en la esperanza, exactamente situadas en la derrota que nos duele por nosotras y por ellos, por nuestra sociedad y por el porvenir del planeta. Y nos da por fortalecer en nuestras vidas lo que ellos no nos dan, lo que más necesitamos: amor, solidaridad, respeto, compañía, erotismo, valoración, honestidad.
Nosotras tenemos un eje que nos permite luchar con alegría en medio del vacío de ellos y, cuando decimos que estamos en contra de la guerra y la destrucción del planeta, también decimos que estamos en contra de la destrucción de la ternura que hace perenne este desencuentro con quienes queremos formar pareja. Y a causa de esta sintonía de propósitos es que los besos nos salen fluidos y perfectos, así, como flores multicolores.
Es difícil ser mujer. Y mujer sola es demasiado aún sin golpes. Así como estamos, en esta intemperie, somos un fenómeno producido por la ideología machista y ésto nos complica el día a día y nos separa no solamente de un hombre sino de el hombre y, a veces, esta separación es más que física. Y estamos entre la añoranza, el deseo y el temor, culpabilizadas, maldecidas y estigmatizadas porque por algo estamos solas.
Ya somos miríadas y seguimos creciendo y atentando contra el patriarcado abiertamente, con nuestros gestos desafiantes, como si con nuestra manos acabáramos de mezclar los elementos que forman el universo, nuestro sol, las galaxias, los mares, la vida. Es una actitud creativa de osadía y temple. Simultáneamente estamos identificadas con el más minúsculo ser del planeta y es así que somos compañeras, hermanas y amigas de la hormiga y de la oruga.
Desde esta perspectiva, ¡qué insufrible e injusto es todo acto de violencia contra nosotras! ¡Sólo se explica por el ejercicio de ese poder acrítico que el sistema arbitrariamente colocó en los varones!