La locura

La locura es amarilla y huele a lilas. Desde niña escuchó la palabra loco en boca de su mamá para referirse a aquel hombre que desde una esquina gesticulaba y hablaba solo.  mendigoAllá está un loco, le dijo un día mientras caminaban tomadas de la mano.  Desde entonces  pasó mucha agua bajo el puente.

Loco, loca, locura, se hicieron conceptos cotidianos en su vida.  Sus significados se fueron llenando de prejuicios, miedos, colores, rabias, absurdos y, por supuesto, confusión, desazón, angustias; y entonces constituían ese extremo oscuro del que huía siempre que podía.  Pero también sedimentaron contenidos lúdicos que a veces implicaban rebeldías, solidaridades, búsquedas, asombros, aromas, desorden sí, pero un desorden bonito porque partía de su particular intento de coherencia.

Como si el loco del pueblo se multiplicara con significados caleidoscópicos se extendió el impacto de esas palabras en su interior.  Se dio cuenta que la locura la perseguía.  Estaba posicionada en aquello que le resultaba raro, discordante, caótico, incomprensible y también desbordante, exultante.

Se movía en la locura, filtraba la vida a través de ella porque era ésta una especie de materia oscura que se expandía y hacía posible todo.  Muchas veces la loca era ella.  La que no podía comprenderse, la que formaba el caos a veces con sólo su presencia y, sobre todo, la discordante, la diferente, la distante, la absurda.

Con frecuencia la locura de aquel hombre raído de la infancia ha sido la suya. ¿Acaso  sus palabras y sus actos son explicables para otros y otras? ¿Su mirada, cuántas veces fue leída como desafiante y antipática? ¿No es que su solidaridad se volvió astucia en visiones ajenas? ¿Su amor escandaloso por liviano o por profundo?

Ella tampoco entiende a las personas.  Es entonces que la palabra locura le redimensiona los hechos, la compensa interiormente, la ubica.  Así, cada vez que se agarra las sienes con sus manos y dice ¡esto es una locura! se permite no derrumbarse en esas asomadas al caos de las noticias cotidianas, la codicia, la sinrazón de los pequeños odios, la crueldad, la soledad propia y ajena que no puede acompañar….ante las cuales el loco de su pueblo le parece una flor, una abeja, una canción.

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