Qué cosa la de las cosas
darme tanto bienestar:
cobijarme, albergarme
y con sus almas tan buenas
curarme de las heridas
que van dejando las penas.
¡Ellas tienen la costumbre
de ser útiles de veras!
Los platos tan transparentes,
señores platos redondos,
me llaman a estar presente
con alimentos variados
que festejo en lo más hondo.
Travesaños y maderas
con clavos y con asientos,
las sillas me dan respiros
necesarios y pequeños.
La almohada y el edredón
se juntan con mi colchón
a dar reposo a los días
de febril agitación.
Podría hablar de la mesa,
de la puerta y el portón,
del escritorio, el librero,
y también del tenedor,
podría hablar de las ollas
y del desayunador.
Pero el sol ya ha salido
a juntarse con mi voz
y agradecer a las cosas
que están a mi alrededor.