Me he topado a la muerte en esquinas inéditas. También en esquinas repetidas y en otras que el viento se ha llevado por etéreas y buenas. Sin verla -por supuesto- porque he tenido miedo de su esplendor, su fuego. Me he entregado a la muerte en abrazos, intentos, en versos y sorpresas. Cada amigo y amiga me ha dado cuenta de ella, como si nos gustamos, como si es mi parienta, como si yo le importo o me importara ella.