A Chinandega, la ciudad iluminada en mi conciencia
Difícil es quererte
sin caimitos, naranjas,
mandarinas, ni mangos,
tu hospital infectado,
tu cárcel inclemente
y esos algodonales
cosechándonos males.
¡Son abismos de horror
los surcos que el sudor
formó en tu gente!
Más también...
exactamente ahí
queda la amiga,
la familia,
el novio pueblerino,
la escuela,
el tontito del barrio,
la maestra en tacones,
las lluvias torrenciales,
y las noches darianas
con hermanos y madre
despistando a infantiles
estómagos con hambre.
Y yo siento crecer
como madroño fuerte
un complejo sentido
que soy tuya
y sos mía,
y te expreso en mi cara
y me explico en tus ríos.
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