A mi hermano el segundo

Este genízaro perdió sus hojas y ya no espera pájaros ni flores. Su corteza agrietada exuda los recuerdos chamuscados de sol. Como mantis de ese bosque seco camino sus ramas peladas y su tronco hueco. Si fuera una diosa, como en la antigua Grecia, mandaría lloviznas a provocar ese reverdecer que necesita.