Niño de cristal

ninodecristal1Esa callecita de Desamparados de Alajuela que lleva hasta el Colegio de Licenciados y Profesores, está incómoda y preciosa. Toda verdecita en este tiempo. Fácilmente se identifican mangos, naranjas, mandarinas y jocotes tronadores que dan a la calle desde los patios de las casas a derecha e izquierda, por supuesto inalcanzables desde la ventana del taxi de don Antonio, como también debe ser inalcanzable sentir seguridad peatonal pues no hay veredas, y los vehículos que van y vienen, tienen que parar ante una mujer caminando o un deportista ya demorado a las 8 de la mañana.

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La niña, el héroe y el perrito

comiendoLa niña de mirada curiosa recibió un perrito de batería que le mandó su tía-abuela Car.   Al ser accionado, el perrito volteretea  en el suelo, rodando varias veces en 360 grados mientras mueve su cola y dibuja vórtices inaprensibles en el espacio que va ocupando.   A la niña todavía le asusta,  no sabe que es la representación de un travieso terrier  contento de vivir.  Podría también  ser la reencarnación del espíritu de Flush, aunque éste haya sido un spnail de orejas colgantes, jugando en los alrededores de la perrito111casita de campo donde vivía en Londres, con su querida ama miss Mitford, allá por mil ochocientos y tantos, en el cuento de Virginia Woolf. (España, Salvat, 1971).

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