La cumiche

karenEscribe poesía.  No es una poesía de carnaval, ni de escuela, ni fina, ni académica, ni erudita, ni medianamente pequeño burguesa.  Sólo, y sin equívocos, es una poesía de mujer, situada en el centro de su vida.

Mi hermana es la menor de las cinco mujeres que somos las Martínez Rocha, como nos dicen en Chinandega.  Ahora ya somos 4 porque murió la segunda aunque, por esa magia de querernos, seguimos siendo cinco.

Como toda cumiche, fue mimada por mis padres y por las hermanas mayores y por los novios de las hermanas mayores.  ¡Y cómo no iba a serlo si entre la hermana mayor y ella hay 20 años de distancia!   De niña era una muñeca, su belleza impactó en el pequeño medio social del pueblo y algunas amigas de la familia pusieron su nombre, Karen, a sus primogénitas.  Ahora hay varias Karen circulando en el entorno inmediato familiar.

Trabaja en la alcaldía de Chinandega, ese pueblo caliente, pobre, sucio y grandote del que ya he hablado en mi blog.  Vive en una casona vieja, construida a finales de la primera mitad del siglo veinte, exactamente en la calle del mercado central de la ciudad y, cada día, a cada hora, enfrenta esa realidad caótica de la compra-y-venta de enseres, carnes, quesos, vidas, en uno de los mercados del mundo más desordenados que puedan existir.   Además de una trabajadora incansable, con frecuencia está metida en actividades a favor de las mujeres del pueblo.

Tiene 46 años, dos hijas, un hijo, dos nietas, problemas, deudas, quimeras y achaques.  En la familia no sabíamos que escribía poesía.  Ni ella lo sabía, hasta que lo hizo, hace como un año.  De pronto empezó y siguió.  Y sigue.  Fue luego  de la muerte de mi hermano Abelino y de mi hermana Ileana, enero y abril 2011 respectivamente.  Como si estas pérdidas le abrieran dimensiones en la conciencia que están fluyendo en poesía.

Cuando me envió sus primeros versos  yo no podía parar de llorar y ella de escribir.  Dos, tres poemas por día.  Malos, buenos, excelentes, ¿importa eso?.  En cada letra mi hermana redimía su vida, empezaba a nombrar sus malestares, amores, frustraciones, vacíos, agobios, pobrezas, angustias, necesidades y osadías, mostrando también toda la dimensión y calidad de la persona que es. Mi hermana, con sus versos, se colocaba en la línea de la auto liberación, el perdón,  el amor, el autoconocimiento, la rabia, la fuerza y la compasión consigo misma.  El camino de la palabra escrita.

La poesía la une a esa tradición nicaragüense que conocemos desde niñas en Rubén Darío, Lizandro Chávez, Ernesto Mejía Sánchez, Carlos Martínez Rivas, Ernesto Cardenal, María Teresa Sánchez, Claribel Alegría, Fernando Silva, Ernesto Gutiérrez, Guillermo Rothschuh Tablada, Raúl Elvir, Eduardo Zepeda Henríquez, Mario Cajina Vega, entre algunas personas.  Y acá, en el seno de mi familia, expresada en mi madre y en mi hermano Abelino.  Sobre todo en mi hermano, ese poeta capaz de escribir sobre su muerte decidida un mes antes de su muerte, de coger un lápiz y un papel en el momento más oscuro del alma, en el límite de los límites, mi hermano, tan patriarca, tan tonto, tan sublime, tan mío.  Tan poeta.

Me impresiona el lugar desde dónde mi hermana escribe.  El subjetivo y el objetivo que, en estas líneas, como en la vida, son un todo.

En el día de su cumpleaños, recién el año pasado, mi hijo Enrique y yo, le regalamos un blog hecho en WordPress que, conociéndola, titulamos con la frase de Sor Juana Inés de la Cruz en su famosa “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz” (que en realidad era el obispo de Puebla): Yo, la peor.   Era para facilitarle que pusiera sus versos y los enviara a sus amigas.    Pasaron algunos meses y no usaba el blog hasta que le dimos algunas pequeñas asesorías de arranque.    Se las dimos por skype porque nosotros, mi hijo y yo, estamos en San José y ella en Chinandega.  Acababan de instalar internet en su casa y estaba feliz usando el skype y viendo nuestro regalo.

Mi hermana escribe una poesía intensa.  Mi hermana está viviendo cosas indecibles que, no obstante, quieren decir amor, desamor, perplejidad, búsqueda.  Asombro, asombro, asombro.  En ese gran-pequeño pueblo sucio y caliente.

Dejo una poesía, la última, la de hoy en su blog.   Se llama Ultima opción.

Mesa sin mantel,

sentados ante los mismos vasos,

voces irreales,

miradas huecas,

el corazón en ruinas,

calaveras que están cerca

y no logran encontrarse,

en el minuto de callar la música,

mi tos falsa alivia el ambiente,

sequedad

polvo

calor

escombros,

nadie aguanta una hora, ni dos,

no interesa mencionar tu nombre

ni el mío.

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