Sin adioses mi miaus,
se fue a cazar veredas
la elegante felina negra.
Correteando
entre las trinitarias y encendidas azaleas
de la mañana nueva,
pensó que la galleta de madera
era una enorme whiskas que comería entera,
y no la plataforma
que en brutal estampida
la hizo una estampilla.
La oreja de la perra
y los insectos
ya no serán juguetes
predilectos;
ni hojas y lagartijas
ilustres prisioneras.
¡La leña hasta la extraña
si se quedó tan sola
con la araña!
Su dominio fue el predio,
y su quehacer excelso,
traernos de trofeos
dos ratones bien feos.
Vivió para jugar
y descansar del juego
y a veces ronronear
en el regazo de mi compañero.
¡Quiero vivir como ella!
Cuando llegó la muerte
¿creyó que se engullía un ratoncito?
¿que iba en un baja y sube
precisada de llegar a una nube?
¿reía de asustar a un pajarito?
¡Ella nunca fue seria,
quiero morir como ella!