En mis cortas caminatas cotidianas, alrededor de las ocho de la mañana, me topo con al menos cuatro personas paseando a sus perros. Alguna va con dos y hasta hay quien lleva tres. Aunque a los caninos los lleven asidos a una cuerda me aparto un poquito o bien finjo no tener estupor y paso a la par como si nada; y no tanto porque vayan a morderme…. con sólo que me ladren ya me crispan por dentro… A veces saludo con un buenos días y a veces no, dependiendo de la vibra que sienta en el amo o en la ama. ¿O debo decir la vibra que sienta en la mamá o el papá?
Un día de éstos fue diferente porque en mi camino encontré, además, a una mujer mayor paseando a un niño como de 2 años; lo hacía al ritmo del pequeño a quien llevaba tomado de la mano; mi reacción fue distinta, saludé y dije un piropo al infante que me devolvió la sonrisa con la que iluminé mi día. ¡Qué dicha que ese niño tenía la suerte de un perro, aunque su paseo no fuera con mamá o papá!
Fue entonces que recordé mis tiempos. Pensé que si esa abuela era constante en el matutino paseo de ese niño, lo supiera o no, contribuía a formarle una estructura interna permitiéndole, entre otras cosas, identificarse con el paisaje cercano; recordé que, en mis tiempos, a los niños y a las niñas se les sacaba a pasear al menos 20 minutos todos los días, vamos a tomar el sol, también se les decía; después que acababa el baño y el desayuno se les llevaba en sus cochecitos o caminando cuando ya podían hacerlo, a dar la vuelta a la manzana en compañía de una persona adulta. Era un rito fundamental de esa estructura de socialización de la infancia, la misma que ahora un sector de mamás y papás desdeñan y otro grupo de personas adultas jóvenes, acogen con entusiasmo para sus perros, al menos por lo que parece en mi barrio.
¿Es posible que mi generación fuera autoritaria en la formación de esa estructura tanto que trasmitimos a las gentes jóvenes relacionarla con autoritarismo? Y digo autoritarismo porque la autoridad puede ser muy buena y sí, contribuir a formar una estructura en la primera infancia es una de sus funciones. La estructura emocional y psicológica aporta límites y éstos seguridad en la vida, compañía en los procesos, paisaje interior. Y uso lo del paseo diario como un pretexto para traerla a colación y en ningún momento absolutizando el mecanismo. Me consuelo pensando que seguro ahora hay otras herramientas como la asistencia a guarderias y pre-kinders que no son evidentes en mi observación.
La cosa se pone peor cuando el contexto del infante es pobre de relaciones humanas (familias pequeñas) y pobre de medios económicos básicos, todo ello potenciado por las restricciones sanitarias impuestas por la pandemia de la Convid19 en el momento actual. Digo peor porque entonces la mamá y el papá agregan a ésto un amorfismo nefasto en la convivencia diaria y, con pesar, he visto niños y niñas crecer inseguros, malcriados, llorones e indisciplinados, no hayan qué hacer con su tiempo, están faltos de imaginación, iniciativa y compañía. Y como hay tanta información suelta y fragmentaria, esos papás y mamás que leen los mensajes de facebook y de whatsap, justifican con teorías (que no han leído ni medianamente en profundidad y que las creen nuevas) el no intervenir, no generar horarios, seguir el ritmo del niño o niña, esperar a ver qué pasa, lo que puede fácilmente incidir en desorden emocional en sus hijos e hijas.
Es mejor la vida de algunos perros, de esos con los que yo me encuentro en mis cortas caminatas. Tienen ellos una estructura que los afianza en el afecto y en el mundo de la familia en la que residen. Ya casi conozco todos los rostros de personas y de perros, siempre a la misma hora y por los mismos lugares. Un poco irónicamente, cuando los veo me digo, mirá, ahí va un padre soltero con su hijo perro…y no estoy muy lejos de acertar con eso de las familias interespecies.
Este es un tema profundo abordado desde mi piel no docta en la materia. Pero mientras resignificamos las palabras estructura, autoridad, límites, seguridad y disciplina en el marco de la socialización temprana de las personas y sigue la discusión, si es que hay discusión sobre esto, hay niños y niñas en esa crítica etapa de los primeros tres años, y cada día de sus vidas cuenta mientras se afianza en ellos la anomia, la confusión, la inseguridad y el miedo de crecer junto a mamás y papás que no tienen nada claro y justifican con teorías en las que no han profundizado su propia pereza, limitaciones, frustraciones e inseguridades.
Ay ay ay, me digo como sobándome el alma cuando pienso en los niños y las niñas. Me embarga la impotencia. ¿Cómo alegrarme entonces por el auge de los perros?
Límites, seguridad, estructura, autoridad, disciplina son condiciones que la población infantil necesita para ir adquiriendo una adecuada socialización. También los perros, que no es lo mismo pero es igual.