Aunque nada perdure

JoseAdiakAhora que, como decía mi madre, no hay santo en quién persignarse, Aunque nada perdure nos novela la vida de Edith Gron (1917-1990), escultora, extranjera y, al mismo tiempo, entrañable nica hasta el final de sus días.

Dar rostro y figura a Andrés Castro (1856)  la lleva a desafíos y encuentros personales a través de los cuales se desliza con intensidad su propia vida en una Managua políticamente caótica como casi siempre.   Y el  valiente campesino, habiendo derribado al filibustero lanzándole una enorme piedra, quedó inmortalizado en otra piedra aún más grande: la tallada por Edith 150 años después de la Batalla de San Jacinto.   Es la estatua que se yergue a la entrada de la Hacienda San Jacinto y que figura en los textos escolares nicaragüenses.  Ambas acciones son épicas.

Nunca pensé la migración de la manera en que me fue revelada en este texto.   En mi imaginario, los migrantes fuimos siempre los pobres, nicas en busca de la comida, la dignidad y el amor que no encontramos en nuestro territorio siempre en conflicto, siempre en guerra, siempre signado por el despojo de los políticos corruptos de cada tiempo.

Pero esta migración es al revés.   Dinamarca vuelve una mirada a Nicaragua y 100 familias danesas salen huyendo de la posguerra e inician un viaje que desembarca en Corinto en 1923. De sus horrores llegan a nuestros horrores.  Me resulta profundamente admirable cómo sobreviven.   De ese debacle que involucró dos continentes sale Edith, mujer trabajadora, fuerte, sencilla; mientras cincela en piedra los rostros de héroes perdidos, ella misma es moldeada en los tres grandes escenarios de su vida: Nicaragua, México y Costa Rica lo cual me ofreció, como ningún otro libro, la posibilidad de pensarla y quererla de manera muy próxima. Ella asumirá nuestra cultura y se convertirá no en una escultora, sino en la escultora de Nicaragua, a la que debemos todos los bustos de Rubén Darío que están en territorio nacional y fuera de él.

Se trata de una conmovedora historia que hilvana José Adiak Montoya (1987-), escritor ochentero de Nicaragua, dejando en mi mirada una nueva luz y la confianza de que como el poeta y con Edith, a pesar y por encima de los contextos históricos, al final de la vida podré decir que yo fuí la arquitecta de mi propio destino.

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