Redonda. Una vez casi se mata por querer remendar una instalación eléctrica en el techo de su casa. Se subió, para ello, en una mesa de madera que crujiendo le dijo Bajate, no te aguanto. También cambiaba los sockets que se arruinaban con el uso y con paciencia franciscana remendaba las instalaciones de luces que debían adornar el árbol de navidad año con año. Muchas veces también fue la electricista del barrio. Nunca hubo nada que lamentar, prueba de que en la vida suceden milagros.
La electricista del barrio
2